“Sobrecubierta” de Pascuala Lira toma como punto de partida los motivos ornamentales de la colección de objetos del Museo de Artes Decorativas de Santiago de Chile. Despojándose de su función, estos motivo se toman la superficie cubriendo 24 tablones de maderas de 4 metros de alto y 60 de ancho -pintados por ambas caras.

Una estructura metálica le permitió organizarlos para formar con ellos una construcción que se aloja de manera provisoria en el museo. Parece un techo de dos aguas o la abstracción de un artesonado. Lejos de la pura invención de formas, lo que hizo la artista fue reinterpretar patrones ya existentes y trasladarlos a esos tablones. Su pintura se convierte en casa. Y la construye con un imaginario prestado y de seguro derivativo de patrones europeos y quizás vernáculos también. Porque en la historia americana de las artes decorativas la imitación de modelo foráneos terminó siempre encontrándose con los saberes e historias de la tradición local. Un sincretismo que generó tantas adhesiones, como rechazos.

Entonces se hace su propio hogar abstracto. Un camino pictórico que evita el tono iluminado de la abstracción geométrica -con sus apelaciones místicas o racionales- y apela, en cambio, a un pasado más modesto; el de las decoraciones ornamentales, desprovisto -hasta hace muy poco- de casi todo reconocimiento intelectual.